Álamo de San Miguel
Egregio, elegante,
El álamo proyecta
Hacia la ermita del arcángel
Su sombra impregnada
De olor a madera de roble
Donde duerme el vino,
Hasta hacerse noble,
En las entrañas
De la tierra.
Una a una
Las campanadas del reloj,
Año tras año,
Concéntricos a su corazón,
Centenarios surcos han marcado,
Dejando en ellos grabadas
Vivencias de ayer
Y de hoy.
El álamo viejo
De soslayo mira al cementerio,
Al pueblo lo hace de frente.
Cuán lejos y cercanos
Están el pasado y el presente,
Añoranza y realidad;
El tintineo de la reja sobre el ubio
Chocando con el barzón;
El canto de un carro
Y el rugir de un tractor.
Pasado y presente
En un instante se funden
Y se separan.
Atrás queda la nostalgia,
Por delante abre el camino
La esperanza.
Cada tarde, cuando el ocaso
Tiñe de púrpura
Las hojas plateadas,
Un cuervo, que en su copa
Tiene instalado el nido,
Le trae noticias
De los álamos del rio.
Una a una,
Las campanadas del reloj
Van esculpiendo otro círculo
En torno a su corazón.