Las gárgolas de la iglesia de Gumiel
Miramos hacia lo alto y apenas distinguimos el perfil tallado en piedra de unos seres fantásticos, monstruosos; el objetivo del fotógrafo nos los acerca para que podamos contemplarlos mejor: son las gárgolas de la iglesia de Santa María de Gumiel de Izán.
Las gárgolas alternan con la elegancia de las profusas decoraciones góticas, basadas en motivos vegetales, y algunos han querido ver en ellas también un determinado simbolismo, o aun más, un fin sobrenatural muy acorde con los edificios que guardan.
No cabe duda de que las gárgolas son hijas de su tiempo, de un tiempo en el que los canteros quisieron llevar a la piedra los sueños, las pesadillas, los monstruos que poblaban los cuentos de las largas noches de invierno.
Majestuosas, emergen sus cuerpos de reptil de la piedra, se prolongan hacia afuera amenazantes, defendiendo a los fieles de los poderes malignos.
«Solo un monstruo es capaz de defendernos de otros monstruos, de las fuerzas del mal», murmuran las viejas, repiten noche a noche la misma monserga, y sus hijos y nietos se afanan en labrar esos monstruos en la piedra, intentando conjurar el mal. «Que tenga cara de hombre y ojos de fiera», parecen recordar desde sus escaños a cada golpe de cincel.
Es el tiempo de las nuevas catedrales, que elevan sus agujas al cielo de forma desafiante. De Europa llegan nuevos arquitectos trayendo las nuevas corrientes. Las catedrales se llena de luz, y en el exterior se crea un atmósfera de misterio sublime.
De París, de Notre Dame, han llegado estos seres, pero cada artesano parece tener sus propios engendros, sus propios antidiablos. Como ocurre en todo lo popular, no hay dos gárgolas iguales.
Si las gárgolas nacieron de la literatura a la literatura vuelven. Allá arriba, en lo alto de Notre Dame, moviéndose entre ellas vive un jorobado que conseguirá el amor de la doncella. No tardarán en aparecer las novelas góticas pobladas de estos seres y ya en nuestros días los juegos de fantasía.
Más allá de estas creencias, las gárgolas tienen una clara función dentro de las construcciones góticas: desaguar los tejados para que el agua no resbale por los muros. El imbornal —agujero por el que sale el agua, a veces con fuerza— coincide con la boca del monstruo.
Un total de una docena de gárgolas podemos contemplar en la fábrica de la iglesia de Santa María de Gumiel de Izán. Ocho en la crestería gótica de la airosa, sólida y esbelta torre y cuatro en el muro o fachada sur o mediodía.
Invitamos a nuestros lectores a localizarlas por ellos mismos en su próxima visita a la plaza.
Fotografías de Kepa Inkubo, aprendiz de fotógrafo y músico.