Montserrat Soto, Gumiel de Izán se congratula contigo
Montserrat Soto Pérez es hija de gomellanos y artista plástica, y desde hace algunos años reside en Gumiel de Izán. En el 2019 ha recibido tres premios importantes, entre ellos el Nacional de Fotografía, y por esa razón, y por querer conocer mejor a nuestra paisana y su obra, Gomelia le ha preparado unas preguntas que ella ha tenido la amabilidad de contestar.
Ante todo nuestra más sincera enhorabuena por tus éxitos
Los primeros pasos de Montserrat Soto
Gomelia.— Tus padres, gomellanos los dos —Fernando Soto y Máxima Pérez— emigraron a Barcelona en los años cincuenta, y tú naciste allí, en Barcelona, a principios de los sesenta. ¿Qué nos puedes contar de tu niñez allí? ¿Teníais mucha relación con otros gomellanos?
Montserrat Soto.— Mi niñez fue normal, no recuerdo nada especial, salvo que me encantaba estar en la calle. Mis padres trabajaron duramente para poder salir adelante, como todos los que emigraron en esos duros años y que provocaron un gran descenso en la población de Gumiel.
A Barcelona también emigró toda la familia directa de mi padre. Creo que todos los gomellanos se conocían. En los entierros aparecíamos todos.
G.— ¿Veníais a Gumiel con cierta frecuencia? ¿Qué recuerdas de aquel Gumiel de los años sesenta? ¿Qué recuerdas de la fonda de tu abuela Nicerata?
M. S.— Sí, veníamos a Gumiel cada año en verano. Recuerdo a la gente mayor jugando a cartas a las puertas de las casas y recuerdo que desde lejos ya oía la frase: «¿Y esta de quién es? Esta es Jurilla…, el que se casó con la de la fonda». Así que desde niña ya sabía que era Jurilla, Mediera y Baratera.
Recuerdo cuando vaciamos la casa de mi abuelo Pedro y mi abuela Rosaura, que estaba enfrente del Bar Aritos.
Mi abuela Nicerata era muy importante para mí. Era una mujer fuerte y con mucho carisma. Tengo muy buenos recuerdos de la Fonda San Miguel, era muy diferente a las casas que conocía y siempre me sorprendió. Las dos grandes cocinas que tenía, el desván, una cuadra inmensa. Me apenó mucho cuando desapareció.
Recuerdo también que íbamos al río a bañarnos.
Recuerdo a mis tíos y su restaurante Los Hermanos. Pasaba muchas horas allí con ellos y con mi prima Mayte.
G.— Volvamos a Barcelona, ¿fuiste de vocación temprana?
M. S.— No. Nunca pensé que el arte era una vocación. Hasta el quinto curso de Massana no lo había ni considerado. Solo quería trabajarme un poco la intuición y la libertad de la creatividad para crecer personalmente.
G.— ¿Qué significado tiene para ti la Escuela Massana, que acabas de mencionar? ¿Cómo fue tu paso por ella? ¿Qué otros estudios hiciste y dónde?
M. S.— En la escuela Massana empecé a estudiar pintura, pero por el camino me centré más en la imagen. Empezaron a aparecer estudios de vídeo, de fotografía, en ese momento se llamaban Procedimientos Contemporáneos de la Imagen, que eran una novedad y lograron atraparme. Me gustaba la idea de equipo, de trabajar con otra gente y la verdad es que del grupo de amigos muchos siguen todavía trabajando en el medio, y esto es muy importante, porque quiere decir que nos fuimos empujando unos a otros.
Cuando acabé Massana me fui a Grenoble, Francia, y convalidé los estudios de Massana en París y estudié en la École de Beaux Arts en Grenoble. Era una forma diferente de enseñar. Los grandes artistas que habían estado en los grandes encuentros internacionales daban clases allí por temporadas. No había talleres, pero había una biblioteca increíble y contemporánea (en ese momento internet estaba en sus inicios mas básicos). Escritores, científicos, astrónomos, etc. de primer orden daban cursos y conferencias. Fue todo un gran aprendizaje que nunca olvidaré, lo mismo que las conferencias que se impartían y que me hicieron sentir que estaba en el centro de la vanguardia de los nuevos pensamientos.
Cuando acabé con mi Diplôme National Supérieur d’Expression Plastique, me dieron una beca, para ir a Nueva York, de la Generalitat de Cataluña y me fui allí durante un año. Posteriormente logré la beca del PS1 (un centro contemporáneo importante que depende del MoMA) y me quedé más tiempo.
G.— ¿Cómo te decidiste por los grandes formatos e instalaciones?
M. S.— Recuerdo que mi último trabajo de fin de estudios en Massana ya era de grandes formatos. Me interesaba que el espectador fuera envuelto por las propuestas y la idea de trompe-l’oeil o trampantojo resolvía esa necesidad.
Construcción de la memoria oral de Montserrat Soto
G.— En 2003 realizaste la videoinstalación Secretos. Memoria oral , en el que con tu madre como protagonista rindes homenaje a tu abuelo Pablo Pérez, fusilado durante los primeros días de la Guerra Civil, y recuperado su cuerpo de la fosa común de Villamayor de los Montes, ya en el siglo XXI. ¿Cómo viviste esa experiencia?
M. S.— Fue una experiencia increíble. Había leído que la Asociación de la Memoria Histórica estaba contabilizando los muertos de la Guerra Civil, y como mi abuelo fue asesinado en los primeros meses de la contienda, pues como sabéis esta era zona de levantamiento, quise mandar la información para que lo contabilizaran. Mi sorpresa fue cuando meses después me llamaron y me dijeron que lo habían encontrado. Me quedé sin palabras, no entendía qué me decían pues apenas había dado datos.
La historia era que cuando mi abuelo salió «en libertad» (como decía su expediente) de la cárcel de Burgos, el 24 de septiembre de 1936, le «soltaron» con más gente, y todos ellos fueron fusilados en el mismo lugar de la carretera nacional a la altura de Villamayor de los Montes. Por cierto, creo recordar que había unos 11 o 12 personas de Gumiel en la misma fosa.
Por lo visto, cuando los estaban enterrando había alguien que reconoció a uno de ellos y muchos años más tarde, cuando este había muerto le había dado el encargo a su hijo de decírselo a los familiares del conocido de donde estaba enterrado su padre.
El nieto de este fusilado estuvo buscando por la zona durante mucho tiempo, iba constantemente a la taberna del pueblo y finalmente alguien le dijo dónde había una fosa común. El nieto fue al lugar, escavó y encontró huesos, cerró la tumba y llamó a la Asociación de la Memoria Histórica.
A partir de ahí tuvimos mucha suerte y dieron el consentimiento para abrirla. Arqueólogos, sociólogos y antropólogos trabajaron juntos durante todo el verano del 2003 para abrir lo que finalmente serían dos fosas juntas, una al lado de otra. Una era la de todos los que salieron de la cárcel el mismo día que mi abuelo y la otra se desconocía su procedencia. En total creo que eran 46 cadáveres. Todos ejecutados y con tiros en la cabeza.
Al principio mi madre y sus hermanos Leandro, Natividad, Julián, Pablo y Amelia tenía recuerdos vagos, lejanos, eran flashes que intentaban colocar en una línea temporal. Mientras veía como recomponían su memoria me vinieron una serie de preguntas: ¿Cómo se crea la memoria oral o cómo se construye?, ¿cómo aparece?, ¿cómo se desarrolla?, ¿y cómo se afianza?
A partir de esta experiencia he visto cómo, partiendo de un pasado común dominado por la confusión, las personas empiezan a compartir sus experiencias y sus viejos secretos. Organizan sus recuerdos a modo de gran puzzle y los pequeños datos parciales se van uniendo y entrecruzando, para dar paso a la gran historia personal, que a medida que avanza, va creando un hilo temporal. Detalles inadvertidos vuelven a la memoria de los protagonistas, recuerdos de alguien que dijo algo hace setenta años y que su madre les había ido recordando. Junto a este acto de recordar aparecen imágenes fantasmas, o como diría Derrida «espectrales», escenarios que les devuelven a un lugar herido y dolorosamente recordado o inconscientemente olvidado.
Quise hacer una videoinstalación con el audio de mi familia mientras compartían cada uno sus recuerdos y registrar las imágenes de la apertura de la fosa. Finalmente, un año después, mi tío Leandro ya tenía, con todos los recuerdos compartidos, su cerrada memoria común y le grabé en la mesa de la cocina de casa de mi madre.
Lo que vi y respiré en ese tiempo fue el orgullo y el éxito cuando se encuentra y recupera al ser querido que se buscó desde la infancia, aquel al que no dejaban nombrar, era el amigo, el familiar «innombrable». Orgullo y éxito es lo que se siente al recuperar la dignidad robada. La necesidad de pasar página para superar, de acabar la búsqueda que empezó tu madre o tu abuela hace setenta años atrás, es una urgencia que les presiona. Poder enterrar a mi abuelo Pablo en la misma tumba que mi abuela Nicerata fue toda una liberación.
La autocensura y la creación vistas por Montserrat Soto
G.— Una de tus últimas exposiciones ha sido Imprimatur, incluida en PhotoEspaña 2918, donde reflexionas sobre el tema de la censura. ¿Te sientes libre para hacer artísticamente lo que quieres? La autocensura existe, y no solo en el plano artístico, ¿somos conscientes de ella?
M. S.— En Imprimatur quise mostrar un poco cómo algunos autores han tratado el tema de la creación. Es difícil históricamente hablar de la censura y la autocensura en el arte, porque es hablar de algo que no está, de aquello que falta. Cuando me planteé Imprimatur, me introduje en un mundo donde la imagen es poder. Una historia en donde la imagen, inicialmente, desconocía la separación entre creador y ejecutor, pero que posteriormente quedó sometida a estamentos institucionales y judiciales y la obra fue adquiriendo un valor sagrado y el artista quedo relegado de ser un artista creativo a ser un artista de encargo. En este periodo encontramos: la crisis de la imagen, el poder de la imagen y el control de la imagen (lo mismo que esta pasando ahora mismo en la web superficial). Hans Belting, en su libro Imagen y culto nos explica muy bien cómo la Iglesia legitimó la imagen para la veneración y así intentó mantener el control del pueblo. Solo a través de las leyes que imperaban en esos momentos podemos, quizás, interpretar el arte de cada época.
Mientras haya leyes que puedan despojarnos y controlar el acto creativo, siempre habrá autocensura.
¿Cómo nos autocensuramos? Por ejemplo, por los temas que pueden herir a parte de los espectadores y no son políticamente correctos, y como he dicho antes por las leyes jurídicas que hay en cada momento y que hace que nos autocensuremos, porque si no tendremos que enfrentarnos a ellas. La autocensura es constante en toda la historia del arte, es y ha sido nuestra mayor enemiga. Solo hay que mirar qué falta en las exposiciones, porque lo que falta es porque ha sido censurado por las leyes o por las moralidades del momento, o porque se aconseja no exponer, porque no es políticamente correcto en los espacios públicos o, porque no se puede vender en los espacios privados.
La autocensura que demuestro en la exposición por parte de los artistas era notable. Así encontramos en el prólogo de Camino de la perfección de santa Teresa de Jesús: «leedlo como pudiereis –que así lo escribo yo, como puedo-; y si no quemadlo por mal que va» o Miguel de Cervantes: «Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo mas…», o como Descartes, después de enterarse de la condena a Galileo, escribe una carta a su amigo Mersenne diciendo que no va a publicar su libro porque «prefiero suprimirlo a publicarlo mutilado».
¿Cómo podemos superar la autocensura? Solamente analizándonos y venciendo ese miedo de hacer público lo que hasta ese momento ha sido íntimo y privado.
G.— En esta exposición presentabas una videoinstalación sobre Goya en el que este se lamentaba de las intromisiones que había recibido mientras trabajaba en la basílica del Pilar. Este año se cumple el bicentenario del Museo del Prado, donde se expone la mayor parte de la obra de este pintor. Goya es considerado por algunos estudiosos como el primer pintor moderno, ¿es Goya un pintor actual que siga interesando en el siglo XXI?
M. S.— Desde luego, para mí está entre los más importantes artistas. Primero porque supo convivir con la época, era pintor de cámara, y a la vez hacer un trabajo paralelo que reflejaba todo aquello que no estaba permitido pintar. Esas pinturas, las más importantes, han podido sobrevivir en el tiempo porque existían las otras obras, las institucionales.
Goya reclamaba la libertad en el desarrollo de su trabajo porque de otra manera entendía que renunciaría a la dignidad de artista y se expondría «a no poder hacer uso de su talento».
Hay que recordar que el artista nos habla desde un lugar en donde no existía libertad de creación, sino intereses externos que condicionaban sus procesos artísticos. Por eso, Goya se esconde y huye entre los espacios de sus dibujos y algunas de sus pinturas.
La vuelta a Gumiel de Montserrat Soto
G.— Volvamos ahora a Gumiel. Dinos por qué te decidiste a volver al pueblo de tus padres e instalarte aquí. ¿Por qué elegiste el barrio de la Mina? Háblanos de la restauración de tu casa.
M. S.— Se produjeron varias necesidades, la primera es que para trabajar necesitaba más tiempo y menos distracciones. Buscaba un lugar cerca de una gran ciudad y también necesitaba espacio para desplegar todo mi archivo para poder consultarlo. Además, dejé de trabajar con la Galería de Helga de Alvear en Madrid y me devolvía todas las obras y necesitaba un almacén. Bajo estas condiciones, Gumiel de Izán era un lugar muy fácil. Mi prima Tere me dijo que la casa de su tía Patro y su tío Felipe estaba en venta, por lo que fui a verla y en el momento que entré me gustó y decidí apostar por ella.
La restauración me la hicieron los Pintado —Marcelo, Jesús y Amancio— y fue una gran experiencia. Son unos grandes profesionales y con un nivel de exigencia y de paciencia que agradezco mucho. La casa no era de materiales nobles por lo que su reconstrucción fue muy difícil. Respeté toda la estructura exterior y sus materiales. Sacar todos los adobes en mal estado, limpiarlos y volverlos a poner fue duro para ellos. El trabajo de los pilares de madera también. Finalmente quedó una casa muy agradable de habitar y bastante accesible. Todavía hoy se esta aposentando.
G.—Nos ha dicho un pajarito que cuentas con una excelente biblioteca. Háblanos de ella. ¿Te ayudan mucho los libros en tu trabajo? ¿Qué resaltarías de ella?
M. S.— Bueno, no tanto como me gustaría. Hay un poquito de todo y una gran parte es de revistas, no solo españolas, que van desde 1850 hasta la entrada de internet. Más que biblioteca lo que tengo es archivo. Gran parte de mis libros, sobre todo desde mi actividad artística, están catalogados bajo los diferentes temas que he ido trabajando.
Por supuesto que los libros son para mí un punto de partida en mi trabajo. Resaltaría de mi archivo que hay muchas ausencias.
G.— ¿Te inspiras en el paisaje o en las calles de Gumiel?
M. S.— Me gusta pasear por las calles de Gumiel, sobre todo por la noche y oír su silencio. Hago fotos sobre todo para mi archivo, aunque a veces las he utilizado para mi trabajo.
Recuerdo el ruido que hacían los chopos por el Camino de la Virgen, era impresionante. A partir de ese sonido hice una videoinstalación.
En mi última serie que se llama Infierno ciego, que la presenté en Barcelona este año, hay muchas imágenes de la zona de Burgos. Son la representación de los paisajes que describe Virgilio, atravesando el infierno, en la Divina Comedia de Dante. Fui buscando esos paisajes que describe entre mi archivo y el entorno de Gumiel. Para ello necesité la ayuda de mis amigos Víctor y Mariví, que son muy conocedores de la zona.
G.— Desde tu punto de vista de artista, ¿cómo ves la vida cultural de Gumiel?
El papel que hace Mario Pascucci en En Cuadra es increíble. Que podamos oír música en directo, compartir sus laboriosos aperitivos tan exquisitos, mientras hablamos los allí presentes en los diferentes eventos, es un lujo. No solo nos trae gente de Aranda y de los pueblos de alrededor, sino que esa gente es gente interesada en compartir experiencias y sensibilidades artísticas. Es extraño que no vaya más gente de Gumiel, pero espero que eso se solucione.
Me parece extraordinario como la Charanga de Gumiel haya evolucionado de una manera tan profesional.
Recuperar las danzas y nuestras canciones también es importante. Me ha dicho un pajarito que se están adaptando algunas letras para poder cantarlas, por lo que espero ver el resultado para poder cantarlas sobre todo en las fiestas.
Llevo años proponiendo a María Jesús, nuestra concejala, la necesidad urgente de tener una publicación en formato libro, que recoja el exhaustivo trabajo que Pedro Ontoria Oquillas ha hecho sobre la memoria de Gumiel y sus alrededores, me parecen extraordinarias sus investigaciones, y estoy segura de que debe tener en el tintero más información para sorprendernos. Es una suerte tenerlo en esta Comunidad y agradezco de verdad su meticuloso y exquisito trabajo de investigación. Para el pueblo es muy importante y necesario reunir toda su obra en una importante publicación, sigo insistiendo.
G.— Eres miembro de una de las peñas con más solera de Gumiel, El Cubillo. ¿Crees posible que la actividad de las peñas en nuestro pueblo supere alguna vez el ámbito de las fiestas, y sean capaces de desarrollar otro tipo de proyectos culturales, como están llevando a cabo algunas peñas en Aranda?
M. S.— Sería maravilloso, de hecho, la peña de los Maruris creo que tienen propuestas fuera del ámbito de las fiestas, pero es difícil porque históricamente se han creado para las fiestas, y gran parte de los componentes de las peñas vienen solo para esos días. Es curioso ver cómo la gente, año tras año, viajamos para poder estar juntos y comer, hablar, reírnos y compartir momentos donde está nuestro presente y en donde siempre se habla de nuestro pasado colectivo. Es interesante valorar cómo hemos crecido y cambiado casi todo, excepto estos encuentros. Pensad que esto ha tenido que ser una decisión importante para cada miembro de la peña, ya que ha tenido que ponerse por encima de todos los cambios de nuestras vidas.
El encuentro de solo unas pocas horas a través de los años es la unión de la mayoría de estas peñas. A mí siempre me ha asombrado ver cómo se puede seguir manteniendo esta unión que añora el tiempo pasado de una juventud que tuvo momentos sorprendentes y de descubrimiento, de un paisaje que nos ha atrapado a través del tiempo y de una pequeña comunidad que organiza, acoge y comparte con alegría estos reencuentros.
G.— Vamos acabando, ¿qué han significado en tu trayectoria los premios recibidos este año? ¿El haber recibido el Nacional de Fotografía significa haber alcanzado lo máximo en el reconocimiento o hay más?
M. S.— Este es el año de los premios, no me lo esperaba. Ha significado una agradable sorpresa.
En cuando a la segunda pregunta, creo que el poder seguir trabajando en este medio, el poder seguir expresándome a través del arte y que encima pueda mostrarlo, eso, creo, es el mayor éxito.
G.— Finalmente ¿podremos disfrutar en el futuro de una exposición de Montserrat Soto o de alguno de sus trabajos en Gumiel?
M. S.— Por mi parte no hay ningún problema, seguro que podremos organizar algo más adelante.
G.— Montse, te agradecemos muchísimo todo este detalle en tus respuestas, y las muestras de tu trabajo que nos has proporcionado. Todo ello sumará, como grano de arena, a conocerte mejor, a conocer nuestra historia y sin duda a conocer mejor el lado cultural de Gumiel.
Entrevista preparada por María del Carmen Ugarte y Pedro Ontoria.
© Fotos cedidas para su uso en Gomelia por Montserrat Soto y VEGAP, que mantienen el copyright.
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Muy interesante esta entrevista, en los diferentes apartados.
No conocía la obra de Montserrat Soto, pero a partir de ahora, la intentaré seguir. Y más siendo de Gumiel de Izán, donde tengo buenas amistades.
Esto de irse volver a los orígenes es bastante fructífero. Lo sé por experiencia .
Un saludo