El que no sirve para vendimiar, sirve para sacar cestos

¡Ya están aquí! ¡ya llegaron! Con todos ustedes, otro año más, la actividad lúdico-familiar favorita de todo gomellano: ¡las vendimias! En Gomelia no somos ajenos a ella. Tanto si llegó el día en el que dijiste nunca más, como si te han engañado por primera vez, como si vas porque no te queda otra, aquí encontrarás unas cuantas verdades sobre ellas, dirigidas sobre todo a los nuevos. Empezamos.

Viña en vendimias (J.Alcalde)
Viña en vendimias (J.Alcalde)

¿No has vendimiado nunca? ¡Pues este año tienes la ocasión!

Algo parecido te habrá dicho, con total seguridad, el padre de tu pareja, por no hablar de la abuela, tíos, tías y parientes del círculo familiar. Bien, resígnate, te escaquearás un año o puede que dos, pero al tercero seguro que estás allí, así que relájate en lo que puedas y disfruta. No es tan bonito como lo pintan, pero hay cosas peores.

Esto es un canasto y esto un garillo

Fin de la cita.

No necesitas más. Sí, te puedes llevar la cámara de fotos, que más de una foto podrás hacer, y la luz y las tonalidades merecen la pena.

¿Qué me pongo?

El chandal viejo, la camisa tazada, la camiseta que tu madre echó para trapos, pero no te preocupes si no tienes nada de esto, seguro que te tienen preparado un buzo último modelo, que o te estará grande o te estará pequeño, o un chandal de cuando tu suegra se apuntó aquel año a taichí, y que guarda en el baúl para las vendimias. El calzado muy importante, aunque se traten de tus mejores deportivas o botas, póntelas: los terrones y cardos son inmisericordes. Y te ofrecerán unos guantes: acéptalos sin rechistar.

¡No echéis agraces!

Ya estás en la viña, ya te han asignado canasto, garillo y linio, y ahora te dirán que todo lo demás es cortar y cortar y al canasto; y como es pronto y estás descansado pues te has liado con la primera cepa y no has dejado ni tallo, pero entonces llegará el listo y te tirará la mitad: ¿No ves que están coloradas? Y el jefe de la cuadrilla dirá circunspecto: ¡Cuidao!, que nos la rechazan en la bodega.

Arrimando el hombro

Si eres muchachote fornido, o no tanto, lo de si están verdes o coloradas te dejará de importar al instante, porque en seguida empezarán a llamarte para que lleves los canastos al remolque. Sí, una, dos, tres y arriba. Al cuarto o quinto canasto empezarás a no sentir el hombro, bueno sí, empezarás a notar una plasta de tierra y mosto en él. ¡Perfecto! A la noche podrás presumir en el bar de todos los canastos que has sacado sin que nadie lo dude.

¡Maldición! ¡Ya me he cortado!

Si a pesar de los guantes y las precauciones, confundes tu dedo con un racimo, y la sangre brota como si estuvieran matando un cochino,  no te preocupes, que el remedio lo tienes allí mismo. Agarra unas cuantas uvas y aplástatelas en la herida: el mejor desinfectante.

¡Joder con las avispas!

Esto es peor y algunas veces para pocas bromas, así que cuidado con ellas, pero si te pican, el más viejo de la cuadrilla te dará el remedio: méate o ponte barro. Por si las avispas, mejor si no te olvidas un frasquito de amoniaco.

Pero aquí ¿cuándo se come?

Te habían hablado de un almuerzo cojonudo y unas chuletas al sarmiento para chuparse los dedos, pero pasan las horas, caen los linios, el sol calienta y allí nadie habla de comer: «A sacar otro linio —dirá el jefe—, y el que tenga hambre que coma uvas.» Uvas, uvas y uvas. A media mañana ya te has empachado de uvas.

¿Y las chuletas?

Espabila, cuando saquen las chuletas de la parrilla ya sabes que la consigna es «¡maricón el último!». Y no pierdas de vista al primo que hace un rato que llegó a echar una mano, porque fijo que tiene una habilidad especial para comerse las de palo. Ya sabes, si no estás atento todo lo que comerás, con suerte, será algo de ensalada y todo el pan y todas las uvas que quieras.

¿Y el vino?

Sí, habrá vino, por la mañana fresquito, pero a medida que avance la tarde imbebible, además te dirán que no bebas mucho que te entrará galbana, tontera de cabeza o ambas cosas. Agua, agua en abundancia, y sí, por la tarde ya no habrá quien la beba, porque parecerá sacada de un charco con mosquitos.

¿Y esta jornada cuándo se acaba?

Estáis terminando la segunda viña y el sol corre que se las pela camino de Quintana, y te dices: «Venga, dos canastos y para casa», pero para tu sorpresa todos deprisa a coches, furgonetas y tractores y a otra viña, que todavía se ve. Cuando ya no sepas a tientas si son blancas o negras, entonces terminó la jornada.

¿Quieres venir a la bodega?

¡No te lo pierdas! Por cansado que estés podrás ver algunas maravillas, desde los más variados vehículos adaptados para llevar las cajas de uva a remolques descuajeringados, convertidos con tan solo una lona en bañeras último modelo, hasta  el milagro de la multiplicación de los kilos de uva.

Y luego las discusiones, y que si da grado y que si no da grado, y si empiezas a sumar los kilos que ha vendimiado cada uno llegarás pronto a la conclusión de que no caben en la bodega.

¡Los riñones!

Sí, no hace falta que esperes a mañana, porque a esas alturas ya no sentirás ni las manos, ni el hombro ni por supuesto los riñones, y no hay remedio, nada más que ajo y agua durante los días venideros.

¡Ya hemos terminado!

¿Cómo? ¿Que ya habéis terminado todo? ¿Que ya habéis terminado de vendimiar?

¡No sabes la suerte que tienes! Y si ha quedado algo para el domingo, pues paciencia, amigo, paciencia.

Eso sí, ¡lo que vas a poder presumir cuando llegues a tu lugar de origen de haber estado vendimiando en la Ribera del Duero! ¡Y lo que te van a envidiar las fotos!

¡Ah! Que con tanto sacar canasto, y tanta cepa no has tirado ni una puñetera foto, ni has mandado un mal tuit a tu TL. Bueno, hombre, pues siempre podrás vacilarles con los lagarejos, porque seguro seguro, que ¡ya sabes lo que es un lagarejo!

Cestos (C. Arias)
Cestos (C. Arias)

Fotografías de Javier Alcalde y Concha Arias.

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